lunes, 3 de marzo de 2014

Ruta de la Lana – 07 Los Rodetes

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Dentro de las denominadas “Rutas de la Lana”, la de los Rodetes, en Hinojal, hace la número 7.
La hice en la mañana del domingo 22 de febrero de 2014 y, dada su longitud (poco más de 10 kms), pude desplazarme después a la vecina Talaván para hacer, en la misma mañana, la de la Virgen del Río.
Aparqué en el parque de Don Pedro Rivas, presidido por la antigua Iglesia de San Juan, hoy derruida en todo lo que era la nave principal y anexado su ábside a una casa particular.


Salgo del pueblo por la calle del Arco, que me lleva a la Iglesia de la Asunción. Rodeo el ábside de la misma para tomar un camino que sale desde la parte de atrás del monumento.

Se trata de un camino hormigonado, bien trazado y que no ofrece dudas pues en continuo descenso se dirige al cementerio de Hinojal, al que no llegaremos, pues unos veinticinco o treinta metros antes sale, a la derecha el Camino de los Rodetes.

Se trata de una senda bien delimitada entre las pizarras; Es el antiguo Camino de los Rodetes, cuyo nombre alude probablemente a los rodeznos o rodetes de los molinos, o bien a las marcas que el frecuente paso de las carretas dejaban en la piedra, conocidas como “roderas”.



En algunos tramos de la bajada me parece distinguir lo que podrían ser las marcas indicadas.
Hay que tener cuidado, sobre todo si las piedras están húmedas. Se ve que el camino estuvo bien cuidado por la primorosa colocación de las piedras que nos van a llevar hasta un precioso puente que cruza sobre el Arroyo del Campo. Este puente es popularmente conocido como La Puente y nos permitirá vadear el arroyo y entrar, a través de una cancela, en la Dehesa Boyal de Hinojal.

La Puente está construido con pizarra en su totalidad y es una muestra del saber hacer en este campo de nuestros antepasados hinojaliegos que, sabiendo utilizar los materiales que la naturaleza ponía a su disposición en los alrededores, eran capaces de llevar a cabo obras tan hermosas como ésta.
Tiene un solo ojo de arco irregular sobre el cauce, así como dos aliviaderos rectangulares a ambos lados; el pretil es muy bajo y está realizado con lajas de pizarras dispuestas de canto e inclinadas. La obra carece de tajamares (obra que se agrega a las pilas del puente en forma curva o angular, de manera que pueda cortar el agua de la corriente) de lo que puede deducirse que el arroyo nunca llevó demasiada agua.





Al otro lado de La Puente, el Camino de los Rodetes, bien conservado y fácilmente visible, realiza un suave ascenso a la vez que una curva a la izquierda, para llevarnos al corazón de la Dehesa.

El camino, tan bien marcado hasta ahora, comienza a desdibujarse hasta perderse por completo. He de confesar que yo dejé de verlo y sólo pude orientarme bien gracias al gps.
No obstante he de indicar que hay que ascender, dejando siempre Hinojal a nuestra espalda.
En un momento determinado el terreno se estrecha y hemos de pasar por un encajonamiento, entre piedras, que nos indica que vamos en la buena dirección.


Debemos buscar, coronando un cerrete, el chozo que fue morada del guarda, y por ello es conocido como Casa de los Guardas.
De planta circular, está construido con pizarra y no tiene otro vano que el de acceso, careciendo de ventana.
He leído que la restauración a la que ha sido sometido fue llevada a cabo por la Asociación “Amigos de San Berto”, quienes han levantado las paredes, limpiado el interior y reconstruido la techumbre con maderas y tejas.


Al lado del chozo un amontonamiento de lajas de pizarra que me dieron la impresión que ocultan un pozo.
Y en las inmediaciones una mesa y unos asientos de obra que invitan a solazarse con la paz y soledad del entorno  las preciosas vistas que desde allí pueden contemplarse.

Marchamos del chozo por el lado contrario al que hemos llegado. El sendero vuelve  dibujarse y, aunque débilmente, de modo suficiente para poder seguirlo siempre de modo que dejemos Hinojal a nuestra espalda.
Quinientos metros más allá del chozo llegaremos a una explotación ganadera rodeada por encinas.

Justo pasada la nave y los cercados encontraremos un camino que cruza de izquierda a derecha nuestra marcha. Es el Carril de la Dehesa o Camino de las Viñas, como se le conoce por aquí.
Hemos de tomar el camino hacia la izquierda, en dirección al Tajo, pues la intención es visitar lo que queda del Molino de Pedro Arias y de la presa de contención de agua que existió allí en su momento.
La pista es amplia y perfectamente definida y con un firme que la hace muy cómoda. En este tramo queda ante nuestros ojos la Sierra de Cañaveral, con esta población fácilmente distinguible, así como Casas de Millán un poco más a la derecha. Y a nuestra izquierda, Hinojal perfectamente visible, destacando la Iglesia de la Asunción.
A unos 500 metros de haberla tomado veremos, a nuestra derecha, la Charca de la Vaquera. A mi paso habían vacas y chotos pastando por allí.

Tras otros quinientos o seiscientos metros llegamos a una cancela que marca el límite de la Dehesa con la finca de Cuartos de Casasola, que según he podido leer, fue un pueblo en la antigüedad, pero que debido a causas que se desconocen perdió su población, repartiéndose sus tierras entre los municipios de Hinojal y Talaván.

Nada más pasar la cancela hemos de tener cuidado, pues hay que abandonar el camino saliendo de él por la izquierda y bajando campo a través hacia el Arroyo del Fresno. No existe ni la más leve indicación de por dónde se debe ir, lo que sería sumamente conveniente que se solucionase por parte del Ayuntamiento si se quiere promocionar, de algún modo, esta ruta. Si se lleva gps se puede seguir el track que adjunto a mi crónica. De otro modo solo puedo decir que hay que bajar girando levemente hacia la derecha.

El trayecto no encierra más peligro que un eventual tropezón o calcular mal la baja desde una piedra a suelo de tierra.
Según mi track, la bajada es de unos 700 metros hasta alcanzar a ver los restos de la presa de contención del Molino de Pedro Arias. La presa está rota por su centro, faltando un buen trozo del muro, construido en mampostería de pizarra.


En cuanto al Molino apenas si quedan restos más que una pared (que yo pudiera ver) a la derecha del muro de la presa.
Hay que quedarse a cierta distancia, pues una alambrada impide seguir bajando hasta el cauce del Arroyo del Fresno, como hubiera sido mi deseo.


El regreso hasta la anterior cancela, a pesar de ser subida, a mí se me hizo más fácil que la bajada ya que sabía que mi objetivo era encontrar el camino y de ahí, a la cancela.
Pasada la cancela, hemos de deshacer el camino andado hasta llegar a la explotación ganadera que vimos antes y, dejándola a nuestra derecha, continuar andando el Carril de la Dehesa o Camino de las Viñas.
Seiscientos metros más allá de la explotación ganadera cruzamos el Arroyo del Fresno por un puentecillo sencillo.


Poco más allá, coronando una cuesta, una charca llena de flores a la izquierda. Y por el mismo sitio lo que en Hinojal llaman los Castillejos, sobre los que he leído que pudieron ser un asentamiento prerromano. Se trata de una zona donde abundan acumulaciones de pizarras y en la que se han podido sacar algún material arqueológico.

Enseguida llegamos a un punto en el que se ve, a nuestra izquierda, una pared de pizarra derruida en su parte más próxima al camino. Hemos llegado al paraje de la Huerta de la Laguna.



El muro, ahora derruido en buena parte, formó parte de la presa de una antigua charca poco profunda que después fue transformada en huerta dada la fertilidad que generaban los limos de su lecho.


Para visitar bien todo esto quizá convenga (yo lo hice) entrar primero por lo que fue la charca, llegando hasta el muro del fondo, para salir luego y recorrer todo el muro e ir bordeándolo por su parte exterior derecha.
La conversión de la charca en huerta y la concesión de la explotación de la misma en beneficio de todos los vecinos debió hacerse mediante el oportuno documento, de lo que se dejó constancia mediante una inscripción en una piedra de granito colocada en el muro derecho de la Huerta de la Laguna, coronada por un emplasto de argamasa sobre la que se colocó una pieza de hierro, hoy rota en parte, probablemente una cruz. A dicha piedra se la conoce popularmente como La Piedraescrita.




He tratado de indagar por todos sitios con el fin de averiguar, con exactitud, en qué consistió el otorgamiento que en su momento se hiciera, así como sobre la inscripción registrada en la Piedraescrita, dado lo dificultoso de leer lo que pone en la misma. Mis pesquisas solo han tenido éxito en parte y ello gracias a la amabilidad de José María Díaz, miembro del grupo de folk Anhinojo, que en cuestión de dos o tres horas desde que hablé con él me proporcionó el texto que él, junto con otras personas, pudieron obtener mediante el sistema de cubrir la piedra de barro y sacar una impresión de su vaciado. Desde aquí, mi agradecimiento expreso a José María Díaz.
La interpretación de lo escrito por el método indicado ofrece este texto (debe tenerse en cuenta que alguna letras se han perdido):

AÑO DE 1805.
DE ARVITRIOS TRINTA MIL REALES.
APOBRE  15 C DIA GANAR S
M BALIA    INCOR
ARRBAN SIN GORNAL
ESTE ERA EL MAL DE SUS MALES.

Satisfecha mi curiosidad en lo que a la Piedraescrita se refiere, seguí bordeando la pared y el arroyuelo que la circunda por fuera. Al llegar a la cabecera de la presa, a la derecha quedan los restos de dos hornos tejeros que se encuentran en un estado lamentable de conservación.


Y enfrente de ambos hornos un bonito puente de grandes lajas de pizarra que salva el arroyuelo que bordea la Huerta de la Laguna y parte de cuyas aguas vienen de la Laguna Nueva, unos pocos metros más arriba pero que no la vemos desde el camino.
En vez de volver al camino seguimos por un sendero que discurre por detrás de los hornos y que nos conduce, en pocos metros, a la Fuente de los Tejares, que también merecería un pequeño adecentamiento.

Desde aquí podemos volver al camino que traíamos o seguir el track de mi opción. Si seguimos el sendero que sale por detrás de la Fuente de los Tejares veremos enseguida, a la derecha unas naves ganaderas. Enfrente de las naves y a nuestra izquierda un puentecillo en muy regular estado de conservación, construido con dos vigas de hormigón y más hormigón entre ellas que nos ayuda a pasar el Arroyo Santo.

Un sendero mal dibujado nos llevará, dejando a nuestra izquierda otra charca alimentada por el citado Arroyo Santo, hasta una cancela que hemos de atravesar para entrar en una zona sin árboles.

Antes de llegar al pueblo veremos una construcción aislada con una reja en la puerta. Yo opté por pasar por su lado derecho (en el sentido de la marcha), saltando un abrevadero allí situado. También puede intentarse pasar por el otro lado donde, posiblemente, no exista obstáculo alguno.

Justo al otro lado del abrevadero está la calle de la Cruz que, siguiéndola hasta el final nos llevará hasta la Plaza de San Juan, donde está la iglesia semiderruida y hoy, en parte, convertida en vivienda particular.
Enfrente de la antigua iglesia, el Ayuntamiento.

Y diez o quince metros más allá, el parque y Plaza de Don Pedro Rivas Mateos, lugar desde el que iniciamos la marcha.

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