viernes, 8 de marzo de 2013

Ruta de las Canteras (Garrovillas)

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Realizada a muy primera hora de la tarde del 26 de febrero de 2013. Por la mañana habíamos hecho una de las “Ruta de la Lana”, la de los Almendros, que discurre por tierras garrovillanas. Volvimos a comer a Garrovillas y a comprar unos dulces en las monjas Jerónimas y, tras reponer fuerzas, salimos de nuevo a caminar. No suponía un esfuerzo excesivo, pues la 6ª de las Rutas de la Lana, hecha por la mañana, tiene poco más de 14 kms. y habíamos vuelto a buena hora.


Después de comer (en horario europeo) salimos de la Plaza por la Calle Ramón y Cajal cuando recordamos que deseábamos ver la Iglesia de Santa María por lo que, a poco de iniciar a caminar, bajamos por a Calle Simón Herrera hasta la Iglesia. No nos sorprendió demasiado encontrar cerrada la Iglesia, dada la hora, por lo que fuimos hacia la salida del pueblo siguiendo la calle Plaza. Al llegar donde termina la calle, se gira a la derecha, tomando el Camino Molano para llegar a la Carretera CCV- 113, que habrá que cruzar pocos metros más allá para coger el Camino del Molino de Morgado, que nos llevará directos al paraje del Gallito, donde los garrovillanos celebran la fiesta del Almendro en Flor. Siendo camino conocido, pudimos acelerar el paso, por lo que en unos 25 minutos estábamos en el lugar indicado. El lugar no tiene pérdida, pues veremos, a poco más de 2,5 kms. desde que salimos, la plataforma de hormigón donde se pone la orquesta para tocar en la fiesta.
En ese lugar confluyen cuatro caminos distintos. No cabe perderse, pues basta seguir en línea recta el que se trae desde el pueblo. En el lugar donde unos grandes pinos nos ofrecen su sombra, tomamos el camino de la derecha.


No habíamos recorrido ni 500 metros cuando nos sorprendió encontrarnos, flanqueando el camino, enormes bloques de granito, de 2, 3 y hasta 4 metros cúbicos alineados a lo largo del camino, señal inequívoca que estamos en el área de las estupendas canteras de Garrovillas.



Pasamos el cruce que lleva a la Casa de Morgado, anunciada hasta la saciedad en frecuentes letreros a lo largo del camino.


También nos llamó la atención la abundancia de pinos por esta zona que guardaba un gran parecido con parte de la recorrida por la mañana.




Aquí, sin embargo, abundan también los grandes canchales que constituyen la materia prima para la extracción de granito. De hecho, el camino por el que discurre en estos momentos nuestra ruta se denomina “Camino de los Pedregales”.



De hecho, en este paraje nos encontramos entre dos zonas de extracción de granito: la que queda a nuestra derecha podemos atisbarla e, incluso, sacarle alguna foto, pero la de la izquierda (que pudimos atravesar a la vuelta) ahora nos queda oculta.


En todo el trayecto volvemos a encontrar encinares y praderas, completamente verdes gracias a la abundancia de agua y a los días soleados de las últimas semanas.



El camino gira a la derecha para, a los 300 metros, volver a girar bruscamente a la izquierda, en un ángulo de 150º. En esa curva unos ganaderos de Brozas estaban subiendo ganado a un gran camión. Entablamos una breve conversación con ellos, respecto a las canteras e inmediatamente nos contaron que todo el granito que se extrae aquí se lleva a las industrias del ramo de Quintana de la Serena, donde lo elaboran. Nos dicen, con cierta rabia, que aquí está la materia prima y buena, donde únicamente se extrae y que luego los de Quintana se llevan la fama por la piedra que es de aquí.
Poco después llegamos a la carretera EX-302, que va a Navas del Madroño. La seguimos hacia la derecha durante poco mas de 100 metros para cruzarla luego y continuar, a la izquierda, por la Cañada Real de Merinas durante un kilómetro aproximadamente, momento en que encontraremos un camino que sale en ángulo recto a nuestra izquierda y que volverá a llevarnos a la misma carretera de antes, pero ya en las inmediaciones de la cantera.



Caminamos unos trescientos metros por la carretera. Un joven gato nos acompañó estos metros, bien orillado al arcén. Buscaba compañía pero, a pesar de gustarnos los animales, no pudimos prestarle demasiada atención.
Enseguida (exactamente en el punto kilométrico 13) encontramos a nuestra izquierda el camino que sube a la cantera. No tiene posibilidad de pérdida, pues allí mismo un cartel de buen tamaño nos indica que accedemos a la Cantera Grapesa, advirtiéndonos del peligro por voladoras.
Una gran roca, a nuestra izquierda, nos llama la atención. Tiene una forma casi perfecta, de casi dos metros de alto por metro y medio de ancho. Parece como, si en época prehistórica, alguien hubiera dado forma a la piedra para destinarla algún tipo de ceremonia.



Y ya a la vista, la cantera, resaltando el blanco de la piedra entre tanto color verde y pardo.
Según nos acercamos tomamos conciencia de la dimensión de la misma. Es enorme. Hay un inmenso canchal de granito y parece como si un gigante lo hubiera cortado con cuchillo por haber sido el canchal de mantequilla, tal la perfección de los cortes que observamos.



En la zona de mayor profundidad el corte podría tener unos 15 metros de profundidad.
Y la cantera parece semiabandonada. Grandes bloques de granito se apilan a los lados del camino y vemos como lo que debieron ser depósitos de explosivos están cubiertos por los lados y por arriba con grandes losas de granito, para proteger a los trabajadores en caso de una explosión fortuita.





Dejamos atrás la explotación comentando la tragedia que la crisis actual debe haber supuesto para los que se ganaban el sustento con este trabajo.
Nos encontramos en un pequeño alto, que nos permite ver con claridad la Sierra de Cañaveral y el Puerto de Portezuelo


Al salir de la cantera tomamos el camino de la derecha que, sin abandonarlo, nos llevará a otra cantera de dimensiones algo inferiores a la anterior y que también parece semiabandonada.




El kilómetro que nos queda para llegar otra vez al paraje del Gallito de de una gran belleza. Huertas, pozos y dos grandes canchales con singulares formas le dan a estos mil metros un especial atractivo.










Estamos en el Camino de la Vaquera. Se puede seguir todo recto para ir al pueblo o girar (a unos 700 metros de la segunda cantera) a la izquierda para volver al Gallito y, desde allí al pueblo. Las dos alternativas llevan al mismo punto de la carretera CCV- 113 que habrá que cruzar para volver a entrar en Garrovillas. Nosotros optamos por volver al Gallito para, a la sombra de los pinos, comernos un bocadillo antes de entrar en el pueblo.
El camino no tiene desperdicio: huertas, pozos de diversos tamaños y formas y la vista, a lo lejos, del Convento de San Francisco, entretienen el camino.
Si a todo lo anterior le agregas que, siendo ya por la tarde, bastante gente del pueblo (sobre todo mujeres) han salido a pasear en grupo, lo que da pie a cruzar un familiar saludo, se entenderá que éramos conscientes de estar rematando un día senderista francamente interesante.
El regreso a la Plaza Porticada la hicimos con la calma que proviene del cansancio. Nos llamó la atención la calle “Salsipuedes”, las chimeneas y los curiosos canalones con formas de dragón en el lugar por donde vierten las aguas de lluvia a la calle, el crucero en la Plazuela de Nieves, junto a la Iglesia de Santa María (que volvimos a encontrar cerrada), y escudos y puertas que, en mejores épocas, debieron acoger el paso de nobles al interior de las casas.







Al llegar a la Plaza Porticada cogimos el coche para volver a Cáceres, comentando que Garrovillas tiene encanto mucho más que suficiente como para plantearnos hacer, en otra ocasión, una ruta exclusivamente urbana.

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