domingo, 24 de marzo de 2013

Camino de Santiago. Etapa 27: Arzúa – Monte do Gozo


22 junio 2004.-
En Wikiloc: pulsar aquí.

No hemos levantado temprano, a eso de las 4,30. Desde el mismo momento de despertarme he sido consciente de que hoy es el final, la última etapa de verdad ya que mañana solo nos quedarán los 5 kilómetros escasos que separan el Monte del Gozo de Santiago.
He recogido el saco y otros utensilios en la mochila con una enorme carga emocional, sintiéndome un tanto desfondado, triste, sabiendo que el Camino y todas las vivencias que, tan intensas, he vivido este último mes,  se me acaban.
A las 5 en punto Francesco y yo salimos del albergue con el ánimo de que hoy pernoctaremos en el Monte del Gozo y veremos Santiago por la tarde. Mario no nos planteó ayer caminar con nosotros por lo que, con la inmensa libertad con que nos hemos relacionado estos días, salimos sin decirle nada.



A poco de salir vemos el monumento levantado en recuerdo del joven sacerdote y peregrino Ramón Pazos Seaje, que con 29 años murió el 22 de julio de 1996 en As Barrosas (La Coruña), en accidente de coche a la que acudía a auxiliar a un peregrino de su grupo parroquial.


Aproximadamente por Salceda nos ha amanecido y hemos podido detenernos a tomar un café, regresando de nuevo al camino donde nos encontramos con Sergio que, tras un breve intervalo, ya no se separa de nosotros en todo el día.


Hoy, más que andar, hemos devorado kilómetros. Poco importaban las mínimas agrupaciones de casas (no se les puede llamar ni pueblos) que nos encontrábamos. La cosa era llegar.


Pasamos por el Alto de Santa Irene, al que le sigue un descenso con fuerte pendiente, que hemos hecho con energía y a buen ritmo.



Hemos caminado con una extraña mezcla de ilusión y pena. Ilusión porque alcanzábamos la meta. Pena, y gran pena, porque éramos conscientes de que esto se acaba. Hemos sido más locuaces que en jornadas anterior y no hemos podido evitar hablar sobre el camino, la experiencia, la riqueza que nos ha aportado y la esperanza de volver a hacerlo (este y otros caminos) en un futuro.
A la altura de O Pedrouzo pasamos por el  mojón 20 y Francesco nos inmortaliza a Mario y a mi. Cada una de estas cifras tan redondas, labradas en un mojón, tienen una rara mezcla de “meta conseguida” y “todo se acabó”, que nos dejan un sentimiento agridulce.




Pasado Amenal, a 10 kilómetros del Monte del Gozo, entramos en un bosquecillo de eucaliptus. Hay una cuesta larga en cuya subida nos pesan las piernas más de lo que ha sido habitual. Puede deberse a los 700 kilómetros acumulados o, quizá, a que desfallecemos ante el final de nuestra aventura. Como quiera que fuese, tiramos de agua y Francesco y yo tiramos de sendas barritas energéticas. Yo las llevo conmigo desde que comencé en Roncesvalles y no he tenido necesidad de ellas ni una sola vez. Hasta hoy. La que me tomo aquí es la segunda de la jornada.




Mientras paramos para beber, Sergio se nos ha adelantado, por lo que Francesco y yo continuamos solos. Pasamos las instalaciones del aeropuerto de Lavacolla. El camino pasa por el lado norte de sus pistas. Llegamos al pueblo de Lavacolla propiamente dicho que también atravesamos y cuando, kilómetro y medio más adelante llegamos a las instalaciones de los estudios de la Televisión Gallega, nos encontramos a Sergio sentado en una piedra, esperándonos. Nos dice que quería que entrásemos en el Monte del Gozo los tres a la vez.
Un monolito nos da la bienvenida al gran área urbana de Santiago, donde proliferan bonitos chalets con hórreos de nueva planta como adornos.



En estos metros finales pasamos a una pareja que lleva a un perro peregrino. He visto varios en todo el recorrido, aunque no demasiados. Quizá tres o cuatro.


Al fin, a eso de las 11,15 u 11,30, alcanzamos el Monte del Gozo. La primera impresión que nos ha causado es que aquello era como Disneylandia, pero en Jacobeo: un montaje total para hacer dinero a costa del visitante. En este caso, a costa del peregrino.


La segunda impresión ha sido peor, pues bajo un intenso chirimiri nos hemos encontrado todas las puertas de recepción de peregrinos cerradas y un cartel que indicaba que hasta las 13,30 no se abría. Dentro habían personas de la organización a las que hemos expresado el malestar por tenernos bajo la lluvia sin darnos siquiera la oportunidad de guarecernos. Ni caso. A eso de las 13,10 o 13,15 ha aparecido un responsable de recepción de peregrinos, al que le he dicho que me parecía indecente que se hiciera esperar a los peregrinos bajo la intensa lluvia después de caminar 35 kilómetros. Se ha molestado, pero le he reiterado la queja y la opinión generalizada de que estamos en Galicia y que aquí todo lo que depende de la Junta es lo peor que hemos encontrado desde que partimos de Roncesvalles. Sirva de ejemplo que en el Monte do Gozo no es que no haya cocina: ¡es que ni siquiera se puede lavar y tender ropa! Nos han contestado que para eso hay una lavandería. Cobrando, claro está. La primera vez que vemos semejante cosa en todo el Camino. Lo dicho, un choriceo total.
La sensación de que en este  lugar no existen peregrinos, sino clientes, es unánime entre todos nosotros, Hasta diversos paneles lo reflejan así.


Sergio continuará mañana temprano hasta Finisterre, por lo que esta tarde tendremos que despedirnos, definitivamente de él.
Después de comer y asearnos hemos decidido bajar a Santiago en el autobús urbano. Tanto Sergio como Francesco quieren tener la oportunidad de dar una vuelta por la ciudad con la calma que nos da saber que nada nos urge ya. Mañana haremos andando estos cinco kilómetros.
Cuando íbamos hacia el bus nos hemos encontrado con los tres maños, que tienen el mismo plan que nosotros. Foto recuerdo, imprescindible. Gente estupenda.




Hemos retirado la Compostela lo que, dicho sea de paso, no nos ha proporcionado ninguna satisfacción. Hemos coincidido los tres en comentar que la credencial, con todos los sellos de los sitios por donde hemos pasado, es mucho más “valiosa” que la Compostela. Pero bueno… es un trámite.
Visita obligada a la Catedral y abrazo al Santo, como es de rigor. También hemos podido ver su tumba.






Cumplido todo el trámite protocolario que se espera de un peregrino “comme il faut”, he invitado a chocolate con churros a Francesco y Sergio. Éste último no ha podido ser más expresivo en sus gestos al tomarlos, relamiéndose para expresar que le encantaban.
Tras patear las calles comerciales de Santiago, hemos ido al “Gato Negro”, la pulpería, donde nos hemos comido sendas raciones de pulpo con dos jarras de un excelente vino blanco.



Vuelta al Monte del Gozo. Despedida entrañable de Sergio pues, como he dicho, mañana él continúa camino a Finisterre, y a la cama.

Hoy han sido 34,4 kms. en 6 horas y media. 45.000 pasos.

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