miércoles, 18 de diciembre de 2013

Cáceres: Sierrilla - Macondo


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Realizada en la tarde del 3 de enero de 2013. Día frío y soleado.


Al salir nos dirigimos hacia el Olivar Chico de los Frailes pasando por la Fuente del Hinche, de la que sigue sorprendiéndome el estado de abandono en que se encuentra, muy especialmente los lavaderos en los que tantas mujeres se deslomaron lavando las ropas. Creo que se merecen que las cuadrillas municipales les dediquen algún día de su trabajo, al menos para liberarlos de las zarzas que los cubren y que, prácticamente, no permiten que queden a la vista.



Pasando por el camino que discurre por debajo del puente por el que atraviesa la Ronda Norte siguiéndolo hasta llegar al Olivar Chico de los Frailes.


Sin entrar en Olivar en ningún momento, ascender a la Sierrilla. El camino que baja de la misma, paralelo al Olivar, va perdiendo el firme asfaltado que tuvo un día. Las torrenteras de agua se han comido todos los bordes que, en algún punto, tienen más de 60 cms. de profundidad. Cualquier día un ciclista se lleva un disgusto.
Al llegar arriba, no puedo dejar de contemplar los Llanos de Cáceres, absolutamente preciosos. La vista alcanza hasta Cañaveral, que recojo en alguna de las fotos que acompañan.





Sin abandonar la urbanización, asciendo hasta lo más alto de la misma por la calle principal y, siguiendo el camino que discurre a la derecha de la carretera, comienzo el descenso bordeando los chalets que por allí abundan; el camino nos llevará hasta la entrada del Club de Tenis, que dejamos a nuestra derecha.


Bajando en dirección a la gran rotonda existente en la salida de la N-630. Conviene pasar al lado izquierdo de la calzada para cruzar la confluencia de autovías por los dos puentes elevados. Primero el que cruza la Ronda Norte y, después, el de la N-630, que nos lleva casi a la urbanización Los Castellanos.
Ojo, porque al hacer yo la ruta no pasé por los puentes, sino que bajé hasta la rotonda y crucé la doble calzada, con sumo cuidado, sí, pero de modo indebido.
La zona siguiente (Macondo), es apacible y poco frecuentada. El camino es perfectamente transitable aunque, habiendo mediado lluvia, estará lleno de charcos.



Al final del camino andado encontraremos tres o cuatro árboles. El día que yo estuve conté con la suerte de que el sol estaba bastante bajo y pude hacer algunas fotos bonitas.
Por detrás de los árboles pasa la vía férrea, que queda a nuestros pies.



En este punto es en el que iniciamos el regreso e iremos encontrando, a nuestra izquierda, algunas masas de granito de formas caprichosas y muy hermosas. A mí, al menos, me lo parecieron.



Al llegar al km. 6,2 de la ruta aconsejo girar a la izquierda para, a través de las rotondas, volver al punto de origen. La ruta que yo hice me obligó a subir hasta las vías del tren para, atravesándolas, ir a conocer la bonita urbanización de El Junquillo, donde dos grandes edificios llevan años sin ser habitados por falta de licencia municipal.



Pasada esa urbanización, si se prefiere seguir el mismo camino que yo hice, aconsejo continuar lo más próximo posible a la vía del tren y, pasadas un par de naves, tomar el primer camino que sale a la derecha y, a continuación, el primero a la izquierda. Eso nos lleva a un puente que pasa bajo las vías. Es una zona despoblada. Cuando yo hice esta ruta, al llegar a este punto se había hecho completamente de noche, lo que provocó que me despistara, tardando unos momentos en encontrar el paso para cruzar las vías.
Una vez cruzadas las vías, se puede caminar por el carril-bici para, pasando por las traseras del Centro Comercial Ruta de la Plata, iniciar el regreso al centro de la ciudad.


lunes, 16 de diciembre de 2013

Villarreal de Olivenza (El secreto de Nicolás)


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Realizada durante la mañana del 15 de diciembre de 2013 y magníficamente organizada por el Club Senderista Prisiñas, de Olivenza que, como acostumbran, bordaron la organización de la jornada y el desarrollo de la misma.
Una mañana soleada y nada fría nos permitió disfrutar de un agradable y llano paseo (17,5 kms) por los alrededores de Olivenza y, más en concreto, por la zona más próxima a la frontera con Portugal, por Villarreal de Olivenza.

Sería no sólo injusto, sino carente de sentido en cuanto que esto es una crónica informativa, no resaltar la “puesta en escena” que llevaron a cabo los Prisiñas desde que dieron a conocer la organización de la ruta. Ya lo he dicho en alguna otra ocasión, pero resulta singular encontrar un grupo senderista que cuide los detalles con el primor que lo hacen los oliventinos.
Primero dieron a conocer un cartel avisador, magnífica y delicadamente elaborado, de que la ruta tendría lugar, seguido de otro en forma de tarjeta postal que quería abrir algunos interrogantes que incitaran a participar.

Una vez generada la expectativa, sacaron un nuevo cartel (todo ello ampliamente difundido a través de las redes sociales: face, twitter, etc…) con detalles de la ruta, indicación para inscribirse, etc…
Otro cartel informativo con mayores detalles de la ruta, incluido el mapa, acabó de animar a los que pudieran estar en la duda.
Y con el despliegue que habían realizado no resultó extraño que en tan solo seis días cubrieran las 600 plazas que había para participar, por lo que tuvieron que cerrar el cupo de inscripciones. Ello también lo anunciaron con ese estilo Prisiña.
Llegamos al lugar del encuentro, el Cortijo de Villarreal, a escasa distancia de la localidad de Villarreal, poco antes de las 8,30 y ya había allí congregado un buen número de personas.


Algo que nos sorprendió fue el gran número de niños que asistía. Es cierto que iban a participar en la ruta alternativa de unos 8 o 9 kilómetros especialmente diseñada para ellos, pero es que algunos de los participantes eran realmente pequeños.
A escasa distancia de donde nos encontramos, el río Guadiana marca la frontera con la vecina Portugal y, justo al otro lado del río, el precioso pueblo portugués de Juromenha nos contempla desde la altura, con los restos del castillo desde el que en su época se controló la zona.
Comenzamos a caminar a la hora anunciada, girando a nuestra izquierda al salir del Cortijo como si fuéramos en dirección a Olivenza.
Atravesamos el paraje denominado “El Alcornocal” topónimo cuya razón de ser queda bien a la vista.


La belleza de la dehesa extremeña resulta clara. Pero no solo está en lo más evidente, sino también en otros componentes de ella que suelen pasar más inadvertidos.

El grupo, numeroso, marcha compacto. Y en esta ocasión muchos han optado por cambiar los gorros de lana para protegerse del frío por otros más acordes con la época y la ambientación de la ruta.

Llevamos buen ritmo, por lo que en poco tiempo llegamos a la altura de la carretera BA-087, por la que hemos venido desde Olivenza, para cruzarla al otro lado. Voluntarios de Protección Civil, tanto en este como en el resto de los cruces y puntos más delicados, permanecen atentos al paso.

Nada más cruzar la carretera nos encontramos con el Arroyo de la Charca, que trae agua. Los Prisiñas han habilitado un paso sobre el mismo a base de palets de madera pero dado que hemos llegado formando un grupo bastante compacto, se forma un tapón para pasar que hace que, a partir de ahora, la marcha vaya a ser menos aglomerada.


En un pequeño promontorio vemos el Cortijo de los Marcos, que algunos aprovechan para rodearlo y poder aliviarse junto a sus cuadras.
Y nada más dejar atrás el Cortijo, vemos un pozo y un desvío a nuestra izquierda, que es el que tienen que tomar las personas que van a hacer la ruta corta.
Este atajo de este punto concreto (existe otro más adelante) hace reducir la longitud de la ruta en 3,5 kilómetros.

Me tengo por una persona de natural divertido, por lo que me congratula de manera muy especial el desenfado con que buena parte de los senderistas decidieron ataviarse para la ruta. La verdad es que ello la hizo mucho más grata para todos.
Algunos de los ejemplares de alcornoques con que nos encontramos eran realmente hermosos, no solo por su tamaño, sino también por su estupenda hechura.
El camino discurre ahora por una zona con pocos árboles. Es el paraje denominado “Los Marcos”, que va en suave ascenso hasta llegar a un cortijo casi derruido. Es el “Cortijo de Monte Seco”, el lugar más alejado del punto de partida y en él existe lo que a mí me pareció una bonita construcción que, aunque no derruida, sí tiene toda la pinta de estar abandonada y en desuso. Se trata de un “bujío” o, quizá, una zahúrda para la guarda de ganado. A su lado, totalmente derruido, lo que debió ser el caserón del antiguo cortijo y un poco más allá una nave con todas las trazas de ser la que está actual y únicamente en uso.

A partir de este punto la ruta cruza diversas fincas, en cuyos límites nos encontraremos un buen número de cancelas. Todas eran accesibles a nuestro paso, pues la organización se había encargado de ello, pero si alguien decide hacer esta ruta por su cuenta debe saber que, probablemente, no pueda cruzar libremente todas las que han quedado señalizadas  y fotografiadas en el track y de la que solo pongo aquí un par de muestras.


En el Cortijo de Monte Seco a que me he referido antes, la ruta hace un brusco giro de unos 140 grados, por lo que vuelve a dirigirse hacia la carretera de Olivenza a Villarreal. Lo hace así porque “El Secreto de Nicolás” (título de la ruta montada por los Prisiñas) se nos va a desvelar en un cortijo cercano a dicha carretera.
A unos 2,5 kms. de Monte Seco llegamos a un pozo con un abrevadero anexo que nos anuncia que casi hemos alcanzado el punto álgido de la ruta.

Los Prisiñas nos habían preparado el punto fuerte en el “Cortijo de Monte Seco Nuevo”, a 10 kilómetros exactos del punto de partida.
Los que habían hecho la ruta corta, generalmente niños, -muchos niños-, y sus padres, así como personas de más edad, habían llegado antes que el resto. Dentro del cortijo estaba preparada la sorpresa y la cola para acceder al interior era considerable. Eso sí, la espera no se hizo larga, pues tanto el entorno como, especialmente, el abundante avituallamiento (agua, naranjas, y dulces navideños… muchos dulces) nos hizo entretenida la espera.



Cuando pasamos al interior pudimos, por fin, ver desvelado el Secreto de Nicolás. ¡Allí estaban San Nicolás, Santa Claus, abrazando a toda la chiquillería (y no tan chiquillería)!
Sinceramente, hay que felicitar a este Club, porque en las rutas más significativas que montan (como lo fue también la de los Matacanes o la de las Corujas), montan toda una ambientación que les tiene que haber llevado montones de horas de trabajo. Ello, aparte de la cantidad de gente que se presta a colaborar para elaborar trajes, decoración, y su propia participación como actores. Sencillamente, ¡Chapeau!





Desvelado el secreto navideño, iniciamos el último tramo, en el que todavía nos quedaba por contemplar una buena parte de la belleza del campo y dehesa de esta zona.



Cuando ya hemos divisado Villarreal y estamos a punto de llegar otra vez a la carretera para rematar la ruta, cruzamos de nuevo el Arroyo de la Charca a través de un sencillo puente con base de hierro.

Y en pocos metros más nos encontramos otra vez en la nave ganadera de la que salimos al principio.
El aspecto del entorno ha cambiado de modo considerable, pues se han colocado instalaciones lúdicas para los niños, que se lo están pasando fenomenal.


Y pasando a la nave, dimos cuenta de una magnífica paella que la organización nos tenía preparada.

Satisfechos, retomamos rumbo a Cáceres no sin antes echar un último vistazo a la vecina localidad de Juromenha, que nos provoca las ganas de volver a venir para recorrerla como, desde la distancia, parece que se merece.