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Dentro de las denominadas “Rutas de la Lana”, la de los
Rodetes, en Hinojal, hace la número 7.
La hice en la mañana del domingo 22 de febrero de 2014 y,
dada su longitud (poco más de 10 kms), pude desplazarme después a la vecina Talaván
para hacer, en la misma mañana, la de la Virgen del Río.
Aparqué en el parque de Don Pedro Rivas,
presidido por la antigua Iglesia de San Juan, hoy derruida en
todo lo que era la nave principal y anexado su ábside a una casa particular.
Salgo del pueblo por la calle del Arco, que me
lleva a la Iglesia de la Asunción. Rodeo el ábside de la misma para tomar
un camino que sale desde la parte de atrás del monumento.
Se trata de un camino hormigonado, bien trazado y que no
ofrece dudas pues en continuo descenso se dirige al cementerio de Hinojal,
al que no llegaremos, pues unos veinticinco o treinta metros antes sale, a la
derecha el Camino de los Rodetes.
Se trata de una senda bien delimitada entre las pizarras;
Es el antiguo Camino de los Rodetes, cuyo nombre alude probablemente a los rodeznos
o rodetes de los molinos, o bien a las marcas que el frecuente paso de las
carretas dejaban en la piedra, conocidas como “roderas”.
En algunos tramos de la bajada me parece distinguir lo
que podrían ser las marcas indicadas.
Hay que tener cuidado, sobre todo si
las piedras están húmedas. Se ve que el camino estuvo bien cuidado por la primorosa
colocación de las piedras que nos van a llevar hasta un precioso puente que cruza sobre el Arroyo del Campo. Este
puente es popularmente conocido como La Puente y nos permitirá vadear el
arroyo y entrar, a través de una cancela, en la Dehesa Boyal de Hinojal.
La Puente está
construido con pizarra en su totalidad y es una muestra del saber hacer en este
campo de nuestros antepasados hinojaliegos que, sabiendo utilizar
los materiales que la naturaleza ponía a su disposición en los alrededores,
eran capaces de llevar a cabo obras tan hermosas como ésta.
Tiene un solo ojo de arco irregular sobre el cauce, así
como dos aliviaderos rectangulares a ambos lados; el pretil es muy bajo y está
realizado con lajas de pizarras dispuestas de canto e inclinadas. La obra
carece de tajamares (obra que se
agrega a las pilas del puente en forma curva o angular, de manera que pueda
cortar el agua de la corriente) de lo que puede deducirse que el arroyo
nunca llevó demasiada agua.
Al otro lado de La Puente, el Camino de los Rodetes, bien
conservado y fácilmente visible, realiza un suave ascenso a la vez que una
curva a la izquierda, para llevarnos al corazón de la Dehesa.
El camino, tan bien marcado hasta ahora, comienza a
desdibujarse hasta perderse por completo. He de confesar que yo dejé de verlo y
sólo pude orientarme bien gracias al gps.
No obstante he de indicar que hay que ascender, dejando
siempre Hinojal a nuestra espalda.
En un momento determinado el terreno se estrecha y hemos
de pasar por un encajonamiento, entre piedras, que nos indica que vamos en la
buena dirección.
Debemos buscar, coronando un cerrete, el chozo que fue
morada del guarda, y por ello es conocido como Casa de los Guardas.
De planta circular, está construido con pizarra y no
tiene otro vano que el de acceso, careciendo de ventana.
He leído que la restauración a la que ha sido sometido
fue llevada a cabo por la Asociación “Amigos de San Berto”,
quienes han levantado las paredes, limpiado el interior y reconstruido la
techumbre con maderas y tejas.
Al lado del chozo un amontonamiento de lajas de pizarra
que me dieron la impresión que ocultan un pozo.
Y en las inmediaciones una mesa y unos asientos de obra
que invitan a solazarse con la paz y soledad del entorno las preciosas vistas que desde allí pueden
contemplarse.
Marchamos del chozo por el lado contrario al que hemos
llegado. El sendero vuelve dibujarse y,
aunque débilmente, de modo suficiente para poder seguirlo siempre de modo que
dejemos Hinojal a nuestra espalda.
Quinientos metros más allá del chozo llegaremos a una
explotación ganadera rodeada por encinas.
Justo pasada la nave y los cercados encontraremos un
camino que cruza de izquierda a derecha nuestra marcha. Es el Carril
de la Dehesa o Camino de las Viñas, como se le conoce
por aquí.
Hemos de tomar el camino hacia la izquierda, en dirección
al Tajo,
pues la intención es visitar lo que queda del Molino de Pedro Arias y
de la presa de contención de agua que existió allí en su momento.
La pista es amplia y perfectamente definida y con un
firme que la hace muy cómoda. En este tramo queda ante nuestros ojos la Sierra
de Cañaveral, con esta población fácilmente distinguible, así como Casas
de Millán un poco más a la derecha. Y a nuestra izquierda, Hinojal
perfectamente visible, destacando la Iglesia de la Asunción.
A unos 500 metros de haberla tomado veremos, a nuestra
derecha, la Charca de la Vaquera. A mi paso habían vacas y chotos pastando por
allí.
Tras otros quinientos o seiscientos metros llegamos a una
cancela que marca el límite de la Dehesa con la finca de Cuartos de Casasola, que
según he podido leer, fue un pueblo en la antigüedad, pero que debido a causas
que se desconocen perdió su población, repartiéndose sus tierras entre los
municipios de Hinojal y Talaván.
Nada más pasar la cancela hemos de tener cuidado, pues
hay que abandonar el camino saliendo de él por la izquierda y bajando campo a
través hacia el Arroyo del Fresno. No existe ni la más leve indicación de por
dónde se debe ir, lo que sería sumamente conveniente que se solucionase por
parte del Ayuntamiento si se quiere promocionar, de algún modo, esta ruta. Si
se lleva gps se puede seguir el track que adjunto a mi crónica. De otro modo
solo puedo decir que hay que bajar girando levemente hacia la derecha.
El trayecto no encierra más peligro que un eventual
tropezón o calcular mal la baja desde una piedra a suelo de tierra.
Según mi track, la bajada es de unos 700 metros hasta
alcanzar a ver los restos de la presa de contención del Molino de Pedro Arias. La
presa está rota por su centro, faltando un buen trozo del muro, construido en
mampostería de pizarra.
En cuanto al Molino apenas si quedan restos más
que una pared (que yo pudiera ver) a la derecha del muro de la presa.
Hay que quedarse a cierta distancia, pues una alambrada
impide seguir bajando hasta el cauce del Arroyo del Fresno, como hubiera sido
mi deseo.
El regreso hasta la anterior cancela, a pesar de ser
subida, a mí se me hizo más fácil que la bajada ya que sabía que mi objetivo
era encontrar el camino y de ahí, a la cancela.
Pasada la cancela, hemos de deshacer el camino andado
hasta llegar a la explotación ganadera que vimos antes y, dejándola a nuestra
derecha, continuar andando el Carril de la Dehesa o Camino
de las Viñas.
Seiscientos metros más allá de la explotación ganadera cruzamos
el Arroyo
del Fresno por un puentecillo sencillo.
Poco más allá, coronando una cuesta, una charca llena de
flores a la izquierda. Y por el mismo sitio lo que en Hinojal llaman los
Castillejos, sobre los que he leído que pudieron ser un asentamiento prerromano.
Se trata de una zona donde abundan acumulaciones de pizarras y en la que se han
podido sacar algún material arqueológico.
Enseguida llegamos a un punto en el que se ve, a nuestra
izquierda, una pared de pizarra derruida en su parte más próxima al camino. Hemos
llegado al paraje de la Huerta de la Laguna.
El muro, ahora derruido en buena parte, formó parte de la
presa de una antigua charca poco profunda que después fue transformada en
huerta dada la fertilidad que generaban los limos de su lecho.
Para visitar bien todo esto quizá convenga (yo lo hice)
entrar primero por lo que fue la charca, llegando hasta el muro del fondo, para
salir luego y recorrer todo el muro e ir bordeándolo por su parte exterior
derecha.
La conversión de la charca en huerta y la concesión de la
explotación de la misma en beneficio de todos los vecinos debió hacerse
mediante el oportuno documento, de lo que se dejó constancia mediante una
inscripción en una piedra de granito colocada en el muro derecho de la Huerta
de la Laguna, coronada por un emplasto de argamasa sobre la que se
colocó una pieza de hierro, hoy rota en parte, probablemente una cruz. A dicha
piedra se la conoce popularmente como La Piedraescrita.
He tratado de indagar por todos sitios con el fin de
averiguar, con exactitud, en qué consistió el otorgamiento que en su momento se
hiciera, así como sobre la inscripción registrada en la Piedraescrita, dado lo
dificultoso de leer lo que pone en la misma. Mis pesquisas solo han tenido
éxito en parte y ello gracias a la amabilidad de José María Díaz, miembro
del grupo
de folk Anhinojo, que en cuestión de dos o tres horas desde que hablé
con él me proporcionó el texto que él, junto con otras personas, pudieron
obtener mediante el sistema de cubrir la piedra de barro y sacar una impresión
de su vaciado. Desde aquí, mi agradecimiento expreso a José María Díaz.
La interpretación de lo escrito por el método indicado
ofrece este texto (debe tenerse en cuenta que alguna letras se han perdido):
AÑO DE 1805.
DE ARVITRIOS TRINTA MIL REALES.
APOBRE 15 C DIA GANAR S
M BALIA INCOR
ARRBAN SIN GORNAL
ESTE ERA EL MAL DE SUS MALES.
Satisfecha mi curiosidad en lo que a la Piedraescrita se
refiere, seguí bordeando la pared y el arroyuelo que la circunda por fuera. Al
llegar a la cabecera de la presa, a la derecha quedan los restos de dos hornos
tejeros que se encuentran en un estado lamentable de conservación.
Y enfrente de ambos hornos un bonito puente de grandes
lajas de pizarra que salva el arroyuelo que bordea la Huerta de la Laguna y
parte de cuyas aguas vienen de la Laguna Nueva, unos pocos metros más
arriba pero que no la vemos desde el camino.
En vez de volver al camino seguimos por un sendero que
discurre por detrás de los hornos y que nos conduce, en pocos metros, a la Fuente
de los Tejares, que también merecería un pequeño adecentamiento.
Desde aquí podemos volver al camino que traíamos o seguir
el track de mi opción. Si seguimos el sendero que sale por detrás de la Fuente
de los Tejares veremos enseguida, a la derecha unas naves ganaderas.
Enfrente de las naves y a nuestra izquierda un puentecillo en muy regular
estado de conservación, construido con dos vigas de hormigón y más hormigón
entre ellas que nos ayuda a pasar el Arroyo Santo.
Un sendero mal dibujado nos llevará, dejando a nuestra
izquierda otra charca alimentada por el citado Arroyo Santo, hasta una cancela
que hemos de atravesar para entrar en una zona sin árboles.
Antes de llegar al pueblo veremos una construcción
aislada con una reja en la puerta. Yo opté por pasar por su lado derecho (en el
sentido de la marcha), saltando un abrevadero allí situado. También puede
intentarse pasar por el otro lado donde, posiblemente, no exista obstáculo
alguno.
Justo al otro lado del abrevadero está la calle
de la Cruz que, siguiéndola hasta el final nos llevará hasta la Plaza
de San Juan, donde está la iglesia semiderruida y hoy, en parte,
convertida en vivienda particular.
Enfrente de la antigua iglesia, el Ayuntamiento.
Y diez o quince metros más allá, el parque y Plaza de Don
Pedro Rivas Mateos, lugar desde el que iniciamos la marcha.
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