8 junio 2004.-
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Como siempre, a eso de las 5,50 estaba caminando. He salido de
Hontanás con alegría, como si me alegrara de dejar un pueblo tan aislado.
La jornada ha sido riquísima en monumentos. La primera sorpresa
han sido las que nos hemos encontrado a medio camino entre Hontanás y
Castrojeríz: las ruinas del Convento de San Antón, del siglo XIV, del que solo
queda una mínima parte. Me ha impresionado lo colosal de la construcción y la
perfección de la obra, a juzgar por lo que queda. Es fácil imaginar la vida que
debió bullir en torno a este inmenso convento en los siglos XIV, XV y XVI. Algo
mágico se mantenía allí.
Llegando a Castrojeríz me he dado cuenta de que me encontraba a
10 o 15 kilómetros de Villasandino, donde el Hermano Rafael Arnáiz estuvo
tantas jornadas y meses y donde tanto pintó y escribió. Bien me hubiera gustado
haberme acercado hasta allí pero, evidentemente, era imposible.
En Castrojeriz, una buena ración de monumentos, empezando por
la Colegiata de Nuestra Sra. del Manzano, que te recibe antes de entrar y luego
el templo de San Juan, con una estupenda puerta tallada en pirámide y una
ventana con una estrella de 5 puntas.
Tras Castrojeriz nos hemos enfrentado con la subida al Alto de
Mostelares, que llama mucho la atención porque la subida se perfila perfectamente
en el lomo de la colina.
La bajada más impresionante aún, por lo jodidamente repinada
que es y, entre medias de subida y bajada, una corta meseta desde la que hay
unas vistas maravillosas e impresionantes de las tierras de Castilla. En la
propia meseta, un precioso campo de flores amarillas seguido por otro de
amapolas.
Superado el obstáculo y justo donde termina la provincia de
Burgos, la Ermita y Albergue de San Nicolás, del que he sacado alguna foto y, a
continuación, el Puente Fitero, que une Burgos y Palencia, cada provincia a un
lado del Pisuerga.
En la llanura castellana, paso junto a otro mínimo pueblo
llamado Itero de la Vega para, tras varios kilómetros de un sol abrasador que
me castiga las piernas de mala manera, entrar en Boadilla del Camino.
No sabíamos si quedarnos en Boadilla o seguir a Frómista. La
verdad es que después de 29 kilómetros, los pies estaban doloridos y el sol
atizaba con fuerza. Sin embargo, hemos preferido visitar el rollo
jurisdiccional de Boadilla y el nuevo albergue. Ambos magníficos, ganando el
primero por goleada, como es lógico. Me ha impresionado tanto el Rollo como que
fuera el lugar en que se impartía justicia y se ajusticiaba.
Cinco kilómetros más de sol y andadero junto al Canal de
Castilla nos han llevado a Frómista, donde hemos encontrado un estupendo
albergue.
La jornada de camino ha estado marcada por los andaderos, el
sol y una continua oración interior al Espíritu Santo, en muchos momentos en
forma de oración entre dientes: “Ven y descánsate” y “Sé que tú me darás cuanto
necesito”, de Brotes de Olivo.
Para la comida me compré un bote de habichuelas que, al no
haber cocina en el albergue, me he tomado frías directamente del bote. No sé si
ha sido por esto o porque eran realmente pesadas, me he levantado de siesta con
una pesadez de estómago grande, hasta el punto que había proyectado, después de
misa, tomar algún hojaldre de la tan alabada “Pastelería Salazar” y, sin
embargo, he desistido de ello.
Paseo por la ciudad, y como todos los días, a las 6 cena
ligera, misa a las 8 (después de ver a una señora dirigir el rezo del rosario a
una velocidad endiablada) y, tras todo ello, un rato de charla y a la cama.
En el albergue de Frómista he vuelto a notar la mala leche que
se tienen de unos albergues a otros. Aquí, nada más llegar, el marido de la
hospitalera ha tirado con obuses contra el albergue de Boadilla del Camino y
contra el de Hontanás. Contra éste porque, según él, tiene una superabundancia
de publicidad (que yo no he visto pon ningún lado) y tanto de uno como de otro
por motivos que quedaban expuestos en panfletos que, con papel de celo, tenían
adheridos a las paredes.
Yo, ni entro ni salgo en estas historia, pero la verdad es que
muchos de los que nos hemos encontrado ejerciendo de hospitaleros, nada tienen
que ver con los que lo hicieron tiempo ha, o con los que lo hacen en otros
lugares, con otro talante y, a todas luces vista, por otros motivos Hoy la mano
comercial está excesivamente presente en el Camino y esto pudre y altera la
pureza de lo que el Camino debiera ser.
Hoy han sido 34,6 kilómetros y 6 horas y 45 minutos. 48.600
pasos.
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